Páginas de espanto.

En las malditas noches en que

sopló el levante y alborotó tu pelo,

yo estaba gritando como un niño perdido.

 

Y mis manos, que no eran mis manos, 

se bebieron todas las playas a puñados.

 

Y mis dedos, que no eran mis dedos,

acariciaron tus párpados tendidos

mientras  no me soñabas.

 

Cuando mis labios te llamaron

amor, inspiración, sorpresa,

no encontraron respuesta.

 

Así marchitaron los minutos vacíos

y las horas se volvieron 

páginas de espanto.

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