Qué fácil fuera ahora
rendirse ante un abrazo.
Mas, ¿qué abrazo ha de oponerse
a qué lucha?
A estribor viento calmado,
en la proa rompen espumas de incertidumbre.
La quietud de la cubierta
no da perfecta cuenta
de lo que a babor se tercia.
Vago sol de otoño,
hojas dormidas, cielos cansados
de mostrar estrellas.
Los dedos ásperos que acarició su vientre
ahora se aferran a maderas muertas.
El mástil vibra,
el cuervo planea,
sobre la popa: ella.
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