Tengo encerrado el corazón
(más por precaución que por miedo a que me hiera)
y todos los días lo miro por un roto
que tengo en el cuello de la camisa.
Le doy de comer la cantidad justa
para que no se adelgace de tristeza
ni se hinche de esperanza.
A veces ella me llama por su ventana,
a veces, y noto cómo su jaula
tiembla un poco de melancolía.
Mis últimos días han sido borrascas de gente.
AVISO PARA NAVEGANTES:
se aproxima anticiclón de silencio.
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