#5

Quemé todas las cartas en agosto.
El miedo, no sé;
quizás la vergüenza.

Los muros tecnológicos
que paralizan a la lengua inquieta.

El breve espacio
en que no cabe una mano ansiosa.

Volver a sonreir.
A querer quedarse en la cama.
O quererse en cada rato.

Buscar un rincón
donde besarse con sed de náufrago,
donde apaciguar el hambre 

y el desarraigo.

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