que este cielo azul de septiembre no alcanza a embozarlo.
Se arrastran los pies por donde lame la sombra
y las hormigas cabalgan alocadas mi piel adulterada.
El viento, sí, el viento calmará mis ojos
del humo del incendio.
No dejo de mirarte a través del espejo
y tú, triste Atalanta,
con tu pétrea faz entornada,
agazapada en compañía y desolada,
aúllas en silencio.
Volved atrás las manecillas del viento!
Sorbed los néctares de ayer
y vomitad los silencios de hoy
hasta quedar ahítos de sol y de mar...
... siempre de mar.
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