Sentado,
con las manos amordazadas bajo mis piernas,
llevo en volandas mis ojos a través de la gente que pasea.
Hoy podrías aparecer entre el gentío
y quisiera darme cuenta.
Aquella persona...no, no eres tú.
Aprieto los dientes contra los demás dientes.
El reloj lo marcan los pasos de la gente.
Sentado,
con las piernas trenzadas a un hilo de esperanza,
escupo mi deseo de encontrarte.
Esos ojos que me miran...no son tú.
Este paseo del espolón, una noche lleno de luces y de lluvia,
escondió el sueño difuso de nuestro encuentro nervioso
de principiantes.
Ahora luce el sol, ya ves,
y todo lo cubre este polvo gris de años esperándote.
Sucios, cansados, esperando:
el espolón y yo.
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