Ventana de cuarto piso

Esta Noche me asomo a la ventana tarde. Puedo ver cómo un camión con su bocaza abierta se traga varios contenedores de basura sin respirar y se marcha eructando violentamente hacia su próximo festín.


-¿estarás cerca?-

Si pudiera explicarme lo que siento ahora mismo lo escribiría en una carta de esas que se meten silenciosamente por debajo de una puerta…
En esta ventana de cuarto piso se escuchan tántas cosas que a veces mis orejas se atragantan y tengo que sacudir la cabeza para deshacer el nudo. Si pudiera no escucharía a veces…

Gente caminando ruidosa, alborozada por la noche de este viernes de diciembre, tacones de pies que ya llegarán tarde, pisadas de zapatos que quisieran no llegar nunca, un puñado de hojas, las últimas, despedidas de ramas definitivamente desnudas que se arrastran a trompicones con miedo de cruzar la  calle para siempre, tu voz diciendo cosas que nunca dijiste.

-ronronearás tranquila en esta ciudad o en otra. En cualquier otra-

Si pudiera no ver cuando se encienden las luces de comedores y cocinas…
Gente como yo , pero con sus ventanas cerradas y la cabeza baja. Sin ojos y sin dientes. Con las manos apretadas para no llorar ni gritar sus cosas, para aguantar mejor las ganas de marcharse sin portazos, de marcharse, de marcharse.

Cuando cese este viento todo volverá a empaparse de melancolía urbana.
De los “meacuerdos” que aparecen en la calle tierra baja parcialmente asfaltada y con grietas en las viejas aceras. Cuando el final de la calle no era el principio de otra y obligaba a darse la vuelta para seguir jugando con mis primos en el sentido contrario. Cuando dejó de ser un callejón la infancia se escapó corriendo y no volvió a asomarse.
Todo lo cubrieron de hormigón y adoquín emparedando las aventuras y los secretos de los siete, nuestras risas de casi siempre y las rencillas que duraban hasta dentro de un rato.
Ahora todo está roto, sin más. No quiero oir ni saber qué alimenta este cambio doloroso, qué es lo que pasa ahora ni lo que ha ocurrido desde que nos abrazáramos  la última vez o desde la penúltima ocasión en que jugamos al escondite  en nuestras bodegas abandonadas.

Estas navidades desde la ventana de cuarto piso volveré a empalagarme de recuerdo un día y medio o media hora. Tratando de respirar un moho irrespirable de decepción e ignorancia incómoda sonreiré levemente y añoraré tiempos de callejones y carreras en la trastienda de la confitería.

1 comentario:

  1. A veces lo peor es saber por qué se han roto las cosas y no poder compartir tus tristezas...

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