No siempre.

No siempre, pero a veces duele mucho cuando alguien desaparece de tu vida.
Estas desapariciones suelen ocurrir rápidamente, como en un abrir y cerrar de ojos. Algunas tardan lo que se tarda en decir adiós. Hay otras que se convierten en vacíos intermitentes cuyos intervalos insoportables se hacen más y más largos y se tiene el miedo de que no vuelvan a lucir.
Hay desapariciones que suceden físicamente pero no se consuman en el plano emocional. Con algunas personas esto es muy agradable, mucho y permite que una muerte o un puñadín de kilómetros de distancia no sean obstáculo para las emociones más diversas. Con otras personas supone un lastre, un constante rumiar que llega al desespero en ocasiones.
Cuando la desaparición es más "espiritual" que tangible pero estás avocado a un contacto más o menos frecuente las cosas no son muy diferentes...las tripas se encojen y la cabeza funciona muy rápido, la lengua quiere decir cosas que no compartes y el orgullo -probablemente- te vuelve torpe y tosco.
A casi todas las personas que desaparecieron de mi vida no las guardo ningún rencor. A otras además las echo mucho de menos. Puede que nos encontremos más adelante, que vuelva a haber algún abrazo.
Entre tanto, recordaré los trinos de los pájaros que volaron.

1 comentario: