En esta habitación morada
en la que habito ahora,
en la que estudio, duermo y
lloro a veces de rabia
las ventanas están siempre abiertas.
Para que entre la noche y su ruido,
el día y el aire,
para que se escuchen los pies
de la gente que pasea por esta postal
mitad asfalto cansado y mitad cielo inmenso.
Para comprobar que aún hay
personas que caminan solas...
Pero de entre todas las brisas
que visitan mi ventana
ninguna trae certezas.
Quizás mañana.
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