Reflexión.
Sobre la aparente sencillez de las cosas.
La sencillez es una ilusión.
El gesto más nimio posee trazos de inesperada belleza:
Unos párpados que se tienden leves,
un roce con la yema de cualquier dedo,
unos labios que se entreabren.
Cuando a un junco lo mece el viento,
cuando una cigüeña vuelve despacio la cabeza.
La palabra más trivial esconde intenciones que el corazón sólo entiende:
Cuando alguien te dice “me has leído el pensamiento”, cuando escuchamos un “sí” sin que nos miren a los ojos, o cuando nos regalan un “no” envuelto en una mirada dulce.
Así es la sencillez, toda intriga.
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